Muchos estaremos de acuerdo (so pena de que el director Luis Ávila os corra a gorrazos en caso de negar la mayor) en que las recientes películas de Iron Man, con un Robert Downey Jr. que parece haber nacido para encarnar al vengador dorado, son de lo mejorcito, o al menos de lo más comercial y taquillero en lo que a adaptaciones cinematográficas de personajes Marvel se refiere, pero así, a bote pronto ¿seríais alguno de vosotros capaces de nombrar algún archivillano o némesis reconocida del insigne hombre de hierro?…cuesta un poco ¿a que sí? La explicación es sencilla; el mayor enemigo de Tony Stark, alter ego civil de nuestro protagonista de la semana, no es otro que él mismo.
Con la creación de este personaje basado en el mismísimo Howard Hughes (Howard es tambíén el nombre del padre de Tony en la ficción) de talante cínico y machista, y multimillonario gracias a sus industrias armamentísticas de última tecnología, el Padre Creador de Todos Ellos en Primer Término, el inevitable Stan Lee (Alabado Sea), pretendía demostrar su capacidad de crear un personaje que sedujera y cayera simpático a los lectores aun a pesar de su evidente amoralidad y falta de ética. El resultado fue plenamente satisfactorio, y el binomio Tony Stark/Iron Man evolucionó en su propia serie regular hasta ser conceptualmente equiparable a otro tándem clásico de la literatura de acción, el agente James Bond/007 de Ian Fleming.

En
los números 120 al 128 de la serie regular publicada originalmente
entre marzo y noviembre de 1979, Michelinie y Layton, acompañados de
los realistas lápices del por entonces novato John Romita Jr.
(EE.UU, 1956), quien con el tiempo habría de convertirse en uno de
los pilares de la compañía tal y como lo fuera su padre John Romita
(Sr.) con anterioridad, trazan las líneas maestras de un arco
argumental que muestra la lucha de Iron Man contra el más
infatigable y pavoroso enemigo que haya combatido nunca, su propio
alcoholismo. La trama culmina en el número 128 con el revelador
título de El demonio en una botella y una maravillosa
portada que deja poco lugar a dudas sobre lo que encontraremos en las
páginas interiores del cómic.

Es
precisamente ese talante innovador y visionario el que confiere a El
demonio en una botella la categoría de clásico
imprescindible a todas luces para cualquier aficionado a los cómics.
Lluís Ferrer Ferrer
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