'Persépolis’ (2000), de Marjane Satrapi
No hace mucho, el profesor de secundaria, culo de mal asiento y
damnificado por el género, Xavi Ribas (Xinxó) me mostraba sus recientes
adquisiciones entre las que se contaba, si no recuerdo mal, la novela
gráfica Habibi de Craig Thompson (autor de Blankets) y
otra de talante parecido cuyo título se me escapa, en la que se
detallaba la actualidad social y política en China. El bueno de Xavi
afirma que a día de hoy, una de sus principales vías de conocimiento de
la situación real en este tipo de países poco dados a la transparencia
informativa es a través de este tipo de cómics. Yo añadiría incluso que,
con la excusa de ser considerado un mero soporte de esparcimiento
infantil, deberían intentar burlar la censura impuesta a otras
plataformas más “serias” como puedan ser la televisión, prensa o
Internet, para dejar constancia a la población autóctona de qué está
pasando en realidad.
Aun así, dudo mucho de que Persépolis, de Marjane Satrapi
pudiera llegar a adquirirse sin inconvenientes en cualquier librería del
país natal de la autora (Irán, 1969) pero al menos, su estupenda
autobiografía nos ha servido a todos los lectores occidentales para
quitarnos de encima una buena carga de prejuicios y estereotipos
anclados en la más profunda de las ignorancias.
Marjane describe sin tapujos uno de los periodos históricos más
convulsos del pasado siglo XX, a saber, el imparable alzamiento de la
mal denominada “revolución islámica” que se llevó por delante al sha de
Persia, para acto seguido dar inicio a una contienda absurda contra el
vecino Irak (1980-88). Y todo ello desde el punto de vista de la propia
autora, una niña en tránsito hacia la pubertad que durante su
adolescencia tendrá el privilegio de escapar de los horrores de la
guerra para poder estudiar en Europa. Pero todo peaje tiene su precio, y
a pesar de sus intentos de integración en Austria (un país
históricamente poco dado a facilitar las cosas en este aspecto) siempre
será vista como una “mora” más, con el agravante de que a su regreso a
Teherán también será considerada como una extranjera del país que la vio
nacer; y todo por haber disfrutado del privilegio de haber sido educada
en un Liceo Francés bajo premisas occidentales mientras el país se
hundía en la miseria a consecuencia de ocho años ininterrumpidos de
estupidez supina.
Satrapi critica con dureza y sin ambages al régimen político iraní,
pero muestra adoración por su gente y su patria en un relato íntimo, en
el que nos muestra sin pudor su ciclo vital cargado de errores, egoístas
y vergonzantes muchos de ellos, algo que sin duda aporta credibilidad a
un relato dibujado en un formato de engañosa apariencia infantil, con
un estilo naif muy personal que se amolda a la perfección a cualquier
tipo de entorno que la rodea, ya sea en la oscuridad de los años iranís o
en la luminosa pero decadente Europa.

Los cuatro álbumes que conforman la totalidad de la novela gráfica
fueron adaptados (?) en una película de animación perpetrada en 2007 por
el director francés Vincent Paronnaud; pero lo más chocante de todo es
que la propia Satrapi firma como co-directora y guionista de un proyecto
nefasto que no tiene nada que ver, pero ni por asomo, con la trama
original desarrollada en el tebeo (¡?) Aun así, debe reconocerse el
relativo éxito de la cinta, que estuvo nominada a un Oscar en el
apartado de animación, a un Globo de Oro en el de mejor película de
habla no inglesa, y que consiguió llevarse el Premio del Jurado en
Cannes ese mismo año.
De todos modos, el hecho contrastable de que la película sea el
típico truño-pretencioso-gabacho no quita que estemos ante una obra
maestra del cómic, con toda seguridad la más importante de una autora
femenina en la pasada década. Imprescindible a todas luces.
Lluís Ferrer Ferrer
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