Aun a pesar de haber nacido en un periodo histórico complicado y de haber surcado una transición convulsa desparramando valientemente humor, sarcasmo e ironía teledirigidos con mucho acierto a la clase política en general y la monarquía en particular, El Jueves solo había sido confiscado con anterioridad allá por 1977, cuando tuvieron un encontronazo con la Iglesia, otra entidad patria poco dada al cachondeo, por otra “escandalosa” portada que abría su numº 7, lo que concedía al ejemplar más reciente la cualidad de convertirse de inmediato en una cotizada pieza de coleccionista; y como a esa temprana hora de la mañana ya había terminado el primer turno de mi jornada laboral, pensé para mis adentros mismamente que la ocasión la pintan calva (como a mi) y que sería cuestión de lanzarse con el cuchillo entre los dientes a los quioscos y librerías antes de que el semanario se volatilizase, ya fuera por culpa de curiosos, coleccionistas o policías censores que seguramente estaban pensando que a esas intempestivas horas de la mañana tampoco tenían nada mejor que hacer ir por los sitios confiscando tebeos en lugar de desayunarse tranquilamente en comisaría con sus eternos e inacabables cafelitos.
El resultado de la severa incursión de castigo fue plenamente satisfactorio. A primera hora muchos de los quiosqueros no tenían ni repajolera idea del tema; pero muchos otros ya se habían afanado a embalar los cuerpos del delito con vistas a evitar su previsible confiscación endosándoles una devolución de urgencia a sus distribuidoras para que se comieran ellos el marrón. A pesar de las reticencias de algunos de ellos conseguí hacerme (no sin serias amenazas de dolorosos castigos físicos infringidos por mi parte) con todos los ejemplares del legendario numº 1.753 distribuidos en la zona norte de la isla…y os puedo asegurar que había unos cuantos. Además, contaba con la ventaja añadida de que el semanario incluía un libro de regalo, siendo presentado todo el lote en un precinto plastificado que aumentaba cuantitativamente el valor de la pieza, siempre que fuera vendido con posterioridad en las mismas condiciones y sin abrir, claro está. Y por si os interesa…sí, a día de hoy aun dispongo de varios de esos ejemplares en esas mismas condiciones, susceptibles de ser negociados con algún rezagado de última hora que quiera darse el capricho por un no-módico precio.

El Jueves tuvo también la honradez y el acierto de no incrementar su tirada de ese número en particular para hacer caja, aunque sí es cierto que el recochineo a posteriori, con portadas de “rectificación” y pidiendo “perdón” se extendió durante varias entregas tal y como veréis en la imágenes recogidas en este mismo artículo. También se cambió el conocido slogan de “la revista que sale los miércoles” por “la revista que secuestran los viernes” y, una vez conocida la sentencia condenatoria por injurias al principito se sustituyó por “la revista que condenan los martes”.
El despropósito terminó con una multa de 3.000 euros impuesta a cada uno de los autores y con las demoledores declaraciones del guionista Manel Fontdevila, quien antes de entrar a juicio declaró a la prensa: “No tendríamos que estar aquí por esta tontería. Son cosas que volveremos a hacer y que, de hecho, hemos hecho ya. No entendemos este juicio, y hasta que no lo entendamos seguiremos como hasta ahora”.
Todo este rocambolesco episodio desembocó en un soberano ridículo propiciado por los de siempre, los mojigatos meapilas e hipócritas que se desviven desinteresadamente y sin que nadie se lo pida por nuestro bienestar moral para con Dios, la Patria y el Estado aun en detrimento de los principios más básicos y fundamentales ya no solo de la libertad de expresión, sino de la Libertad en mayúsculas y con todas sus letras. Vaya desde aquí un mensaje de atención a los chicos de El Jueves, ojo avizor con ellos, muchachotes, que últimamente están muy crecidos.
Lluís Ferrer Ferrer
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