Nadie pareció darse cuenta (lo cual tampoco es de extrañar, porque no
creo que seamos más de cuatro gatos malcontaos, incluyéndome a mi
mismo, los que le echamos el ojo de tanto en cuanto a la sección) pero
la elección de la fecha en la que publiqué la reseña de Watchmen
en este apartado no fue casual. Si revisáis el orden cronológico
descubriréis que su publicación se corresponde a la 52ª semana desde el
inicio, o lo que viene a ser lo mismo, reservé la obra original de Moore
y Gibbons para cerrar la primera temporada de carácter anual de CÓMICS!
La elección pretendía ser un modesto pero también un sentido homenaje
al cómic ya no solo de superhéroes, sino tal vez al más importante jamás
publicado de todo el género. Ante semejante aseveración pseudoherética
que puede que no me crea ni yo, más de uno y más de mil se rasgarán las
vestiduras y bramarán exigiendo la lapidación pública y posterior
exposición de mi cadáver desollado colgado boca abajo del techo de
cualquier gasolinera de mala muerte (inconvenientes de ir trasteando con
el fandom, ya ves tú) pero ninguno de vosotros me negará que Watchmen
es con toda probabilidad la obra más influyente del medio. Al menos,
así lo demuestran la pléyade de autores que calcaron los cínicos,
desengañados y realistas conceptos desarrollados por Moore a mediados de
los 80, dando lugar a toda una forma de entender y narrar historias que
copó toda una década y media desde su fecha de publicación…una etapa
que curiosamente no será ni de lejos recordada como la mejor del cómic
de superhéroes, más bien al contrario. Los funestos 90’s son lo peor de
lo peor, pero no por la filigrana parida por el misántropo autor
británico, sino por la pila de autores incompetentes y editoriales
carentes de ideas que se dedicaron a explotar hasta la saciedad aquello
que funcionaba…lo mismo que hacen siempre, vamos, pero en esta ocasión
con peor fortuna que las anteriores.
Pero la sombra de los Vigilantes, además de oscura, es también
muy alargada, y aun a día de hoy son numerosas las publicaciones y los
autores que de forma más o menos explícita homenajean a los más grandes
entre los grandes; y de entre todos ellos no podían faltar los
enmarcados en el subgénero patrio por excelencia que tantas buenas
tardes y horas de lectura nos a proporcionado a todos y cada uno de
nosotros, el de la parodia.
Encuadrado en este estilo encontramos uno de los tebeos nacionales
más recientes y brillantes que rinden desparramado tributo a la obra de
Moore ¡y con un prólogo exclusivo del mismísimo autor en primera
persona!…bueno, o casi. Sergio Ballester (Asturias, 1986) creador del
sello editorial independiente MAR-I-VEL bajo el que, al igual que Guachimen, también ha editado Juego de Tronados o Sivil Guar
(creo que los títulos ya dan buena muestra por donde van los tiros en
lo referente a la línea editorial) se hace responsable del grueso del
guión del tebeo, porque…¿para qué vamos a llamarle novela gráfica si
podemos llamarlo tebeo, eh?. El apartado gráfico se presenta en un
curioso formato perpetrado alalimón junto a Ovidio Miguel Maestro (1985,
Alicante), ocupándose de los lápices de los capítulos pares el primero y
los impares el segundo. Hay que decir que los doce números de la
maxi-serie original de Moore fueron recopilados a modo de doce
“capítulos” en la estructura concebida para la novela gráfica, una
estructura que este par de inconscientes también se encargan de parodiar
debidamente, faltaría más. Lo que no es tan habitual es ver a dos
dibujantes alternándose en un mismo trabajo, y haciéndolo ambos bien
además.
Clara y sanamente influenciados por los más grandes de la edad de oro
del tebeo nacional, podríamos asegurar que el estilo vivaz y anguloso
de Ovidio bebe de la obra del gran Vázquez (Anacleto, agente secreto), mientras que el más redondeado y suave de Ballester denota la influencia de JAN (Superlópez),
y en ambos se hace común y muy presente el desenfrenado ritmo de la
escuela Bruguera plagado de pequeños gags visuales adyacentes,
haciéndose también omnipresente la inevitable figura y estilo del
tercero de los más grandes en discordia, Francisco Ibáñez (Mortadelo y Filemón, agencia de información).
Un hecho que refuta a todas luces la palpable influencia de todos los
tebeos españoles revisitados por los autores es la aparición a modo de
cameo de prácticamente todos ellos (y cuando digo “prácticamente” todos
quiero decir “prácticamente” todos) acompañados también de multitud de
personajes internacionales del cómic y de otros formatos visuales de
referencia. Hay que estar muy atento, ya que no todos se presentan de
forma evidente, y el juego de encontrarlos y reconocerlos a lo largo de
la historieta resulta de lo más satisfactorio, añadiendo un plus muy
entretenido a la obra.
Como no podía ser de otro modo, todos los personajes ideados por Moore y
recreados por Gibbons tienen su homólogo patrio y pazguato. Así, el
Rorscharch original se convierte en Rochefort, un indigente famélico que
va anotando el resultado de sus investigaciones en un diario de Hello Kitty
con su pertinente candado. El segundo Búho Nocturno es presentado como
El Cuco, un personajillo con disfunción eréctil al que solo parece
empinársela cuando se disfraza de superhéroe, una actitud directamente
relacionada con la única fémina del grupo, Silk Slut (Espectro de Seda
en el original), una ninfómana de armas tomar a la que ni el mismísimo
Dr. Manzanares (Dr. Manhattan) desdoblado en una cuadrilla de maromos
con una tranca que se la pisan es capaz de mantener a raya. Corre el
rumor de que la exposición prolongada al Dr. Manzanares puede provocar
cambios de orientación sexual, aunque no se ha demostrado empíricamente.
Ozvaldo (Ozymandias) es un adicto al ketpchup que al igual que en la
historia original parece estar destinado a asumir el papel de villano y
asesino de El Parodiante (El Comediante), ese tipejo fascistoide que
luce la bandera de Ehpaña! con el inevitable toro de Osborne en el
hombro de su uniforme (impagable) y cuyo fenecimiento de muerte natural
(porque es perfectamente natural que la palme después de espachurrarse
contra el suelo tras una caída libre desde una jartá de pisos) da inicio
a la trama desarrollada en un tebeo cuyo inicio sí se asemeja un tanto
al original, pero que pronto adquiere personalidad propia desvariando
por otros derroteros, llegando incluso hasta el punto de cambiar al
verdadero villano de la historia y sus motivaciones, un recurso
inteligente que suma muchos puntos a la valoración global de esta obra
altamente recomendable, bien trabajada y lo que es más importante, muy,
muy divertida. Enormes Sergio y Ovi y enorme su Guachimán…y todo por un
Sugus de piña, fíjate tú.
Lluís Ferrer Ferrer
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