El origen de la esencia
Echando la vista atrás, no cabe duda alguna de que a nivel creativo la década de los 90 fue la más nefasta de la historia de los cómics de superhéroes. Amparados en la deconstrucción del género formulada por Alan Moore en Watchmen y Frank Miller en Batman: El regreso del Caballero Oscuro a mediados de los 80, una horda de nuevos autores divagaron sobre el concepto de “héroes oscuros” que traspasaban todas las líneas rojas de lo éticamente aceptables hasta hacerlos difícilmente distinguibles de los propios villanos de turno en una corriente denominada grim and gritty. El loable experimento inicial de Miller y Moore derivó en un universo donde el fin justificaba los medios en todos los casos, y personajes de dudosa catadura moral protagonizaban historias pésimas sobre las que preponderaba una concepción gráfica anatómicamente burda, errónea y ridícula. En definitiva, una época de pésimos guionistas y peores dibujantes, que tras un espectacular y sorpresivo éxito inicial de ventas se desinfló de inmediato, en gran parte por la desilusión de los fans que dejaron de comprar tebeos para acercarse a diferentes formas de ocio a través de las nuevas tecnologías, pero también por la grave crisis económica de los 90 que obligó a cerrar cientos de librerías especializadas en EE.UU. Digamos que (salvando las abismales distancias) el mundo del cómic atravesó el pinchazo de su propia burbuja engrandecida artificial e insustancialmente.
La reacción debía llegar de algún modo, y lo hizo como suelen pasar estas cosas, sin hacer ruido, de manera casi casual y gracias a la publicación de Marvels, obra del guionista Kurt Busiek (EE.UU, 1960) y el pintor (más que dibujante) Alex Ross (EE.UU, 1970). La propuesta de ambos consistía en echar la vista atrás para revisitar la historia de Marvel Comics y recuperar la percepción original de los héroes con los que crecieron en la infancia, de los que aprendieron conceptos tan fundamentales como la bondad, la solidaridad, el honor, la amistad, pero sobretodo y por encima de todo la clarísima diferencia entre el bien y el mal. Un mal que ni compensa ni paga, ya que siempre se ve sometido a la causa de los justos, quienes a pesar de todas las dificultades acabarán prevaleciendo siempre sobre los malvados, sin trasfondos ambiguos ni medias tintas.

El apartado gráfico visionario e innovador del pintor Alex Ross también jugo un papel fundamental en esta saga que poco a poco habría de colocar de nuevo las cosas en su sitio, devolviendo a los héroes su estatus de paladines del bien, por encima de personajes que bordeaban o incluso traspasaban las líneas de lo moralmente aceptable para conseguir sus fines. Como suele suceder con todas las buenas ideas que funcionan, Marvels creó escuela, y múltiples imitadores hicieron acopio de sus conceptos hasta llegar a abarcar de nuevo el mercado en una nueva corriente comercial que acabaría definitivamente con fiascos pretéritos. El arte pictórico del joven artista que por entonces contaba tan solo con veinticuatro años revolucionó la industria de tal modo que marcó un antes y un después en el modo de hacer las cosas en el apartado visual de los cómics. Su estilo hiperrealista se fundamentaba en una técnica colorida y osada, lejos de las manidas caracterizaciones oscuras anteriores. Para recrear sus personajes se basaba en modelos reales que posaban caracterizados como los superhéroes del cómic. El resultado es espectacular, los uniformes y sus texturas realmente se amoldan tal y como deberían hacerlo sobre la piel, y por imposible que parezca tratándose todos ellos de personajes de ficción, destilan tal realismo que resultan de lo más cotidiano y verídico tanto a los ojos del asombrado público de la historia como a los del lector más avezado. En sus páginas también encontraremos multitud de homenajes y guiños a otros cómics y personajes reales. En una viñeta descubrimos a Nite Owl y Espectro de Seda (de Watchmen) en la Nave Búho, a Timothy Dalton caracterizado de Tony Stark, alter ego civil de Iron Man; e incluso Clark Kent (Superman) o los mismísimos Beatles hacen acto de presencia en la boda de los Richards.
Marvels es, en definitiva, la obra maestra de devolvió su propia esencia a los héroes, resituándolos de nuevo en un lugar que nunca debieron abandonar.
Lluís Ferrer Ferrer
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