¡ESPARTANOS!
Frank Miller (EE.UU, 1952) no desaprovecha la ocasión de recrear una historia épica, tomándose todas las licencias necesarias que fuera menester, ya que estamos ante una novela gráfica de ficción y no una lección de historia…pero aun así, la trama desarrollada por el autor es más veraz y está mejor documentada de lo que muchos quisieran reconocer a primera vista.
300 narra la epopeya del mismo número de espartanos hoplitas que acompañados de lesbios, arcadios, focenses, locros y tebanos entre otras nacionalidades conformaron un irrisorio grupúsculo de 7.000 hombres que debía contener la acometida del pavoroso ejército reunido por el rey persa Jerjes I, cuyos efectivos reales oscilaban entre los 250.000 y el millón de soldados, los propios historiadores no terminan de ponerse de acuerdo; pero en todo caso, resulta obvia la abrumadora superioridad de unos respecto a otros. Una desventaja reducida por el ingenio militar del rey Leónidas, quien sacó máximo rendimiento de su posición elevada y paso estrecho para el enemigo en el desfiladero de las Termópilas, lugar de paso obligado para los persas en su camino hacia la actual Grecia y el resto de Europa.
Su mayor número de efectivos resultaba inútil en un accidente geográfico que les hacía de embudo, y las disciplinadas fuerzas de contención hubieran podido resistir indefinidamente el asalto de no ser porque un espartano deforme, a quien Leónidas rechazara para formar parte de su selecto ejército, se vengó de la afrenta mostrando al rey Jerjes una senda oculta por la que rodearlos hasta llegar a su retaguardia. El tiempo pone a cada uno en su sitio, y día de hoy, en griego moderno, el nombre del rencoroso Efialtes es sinónimo de traidor.
Miller no deja en el tintero ni una sola de las frases míticas atribuidas al conflicto, como las del soldado espartano Dienekes, poco aficionado a la arquería por considerarla un arte de cazadores y cobardes que rehuían el combate cuerpo a cuerpo. Ante la aseveración del emisario persa advirtiendo que la innumerable cantidad de flechas de sus arqueros cubrirían el sol y tornarían en noche el día, este afirmó que: tanto mejor, así lucharemos a la sombra. Lapidarias fueron también las palabras de motivación dirigidas por Leónidas a sus hombres en la mañana del último día, ya descubierta la traición de Efialtes: Tomad un buen desayuno, porque esta noche cenaremos en el Hades. Sea como fuere, la suerte estaba echada de antemano, y aunque en un principio el comandante espartano creía en la posibilidad de contener la acometida, lo que le erigiría en el salvador de la península helénica, también sabía que su sacrificio no sería en vano, ya que todas las nacionalidades que conformaban la actual Grecia se unirían para levantarse en armas contra el enemigo invasor, tal y como sucedió con posterioridad. Los historiadores nos cuentan que dos espartanos, Erudito y Aristodemo, sobrevivieron fingiendo morir ante la espesa lluvia de flechas que finalmente acabó con Leónidas y los retales de su “guardia personal”, y que fueron ellos los encargados de transmitir la historia, dando así origen a la leyenda de aquellos pocos que afrontaron su empresa imposible abrazando a la muerte con honor.
Mucho y mal se ha hablado tanto de este cómic como de su adaptación cinematográfica. Los pamplinas mojigatos de siempre, acogotados por la estúpida corrección política que parece querer impregnarlo todo (relatos de ficción inclusive) y también los radicales fundamentalistas pasados de rosca habituales, pidieron la cabeza del autor por lo mismo de siempre, que si el relato incitaba al racismo y la xenofobia, que si promovía el odio hacia el Islam (aunque el islamismo no apareciera hasta 1.000 años más tarde de los acontecimientos narrados en 300), que si era una afrenta que debía ser lavada con sangre, que si los persas son retratados como salvajes, que si blablablablabla…lo de siempre, vamos. También hay que decir que puede no estarse de acuerdo con la ideología reaccionaria que según estos avezados visionarios promulga el propio Miller, extrapolando (supuestamente) una serie de acontecimientos históricos a la actualidad, pero eso no nos exime de la responsabilidad de dejarnos la piel si fuera necesario para que él, o Salman Rushdie, por poner otro ejemplo, puedan expresar sus ideas en plena libertad, siempre y cuando acaten las reglas de juego democrático, claro está.
De todos modos, me parece a mí que hay mucho susceptible desocupado mareando la perdiz y sintiéndose ofendido por absolutamente todo, cuando lo que debería hacer es dejarse de joder a los demás para que todos podamos campar por nuestros respetos ejercitando el libre albedrío. Un libertad que conseguimos, en parte, gracias al valiente sacrificio de un puñado de hombres que perdieron su vida para evitar una invasión militar con vistas a someter a todo el continente, porque, ¿qué hubiera sido de la vieja Europa y la democracia en ciernes inventada por los propios griegos si no se hubiera frenado la invasión a tiempo? Estaremos todos de acuerdo en que la sociedad espartana no era precisamente un modelo de virtudes a imitar; más bien al contrario; el protofascismo y la eliminación física de recién nacidos débiles o con taras estaba a la orden del día. Fue precisamente esa aberrante selección no-natural la que los convirtió en los perros de la guerra más temibles y especializados de su época, los primeros en dar la cara allí donde la diplomacia no es una opción y a los que siempre se recurre cuando hay que sacar las castañas del fuego. Aun así, el retrato del autor no es tan descarnado como pudiera parecer. Según sus propias palabras, acotó la imagen de los espartanos a un límite tolerable por la sociedad actual.
El estilo de dibujo desarrollado y la visión de los acontecimientos no dejan de tener los tintes de romanticismo épico y clásico de todas las grandes sagas, una impresión remarcada por las magníficas y suaves tonalidades escogidas por la colorista Lynn Varley, esposa de Miller en aquella época, conformando ambos un equipo creativo imbatible que dejó lo mejor de ellos mismos en 300. La serie fue publicada originalmente entre mayo y septiembre de 1998 en cinco entregas donde las ilustraciones aparecían a doble página. Al reeditarlas en tapa dura a modo de novela gráfica se respetó la edición original, dando lugar a un más que interesante y poco usual álbum de formato apaisado. La propuesta se hizo acreedora de los Premios Harvey de 1999 al Mejor Color y Mejor Serie, exactamente los mismos que acaparó en los prestigiosos Eisner de ese mismo año, añadiendo además al lote el de Mejor Autor Completo (guionista y dibujante) para Frank Miller.
Supongo que estas alturas es por todos conocida la adaptación homónima al cine de 2007 dirigida por Zack Snyder con Gerard Butler en el papel de Leónidas. La película fue la 2ª más taquillera del año, y no hay duda de que marcó tendencia dejando escenas memorables e influenciando sobremanera a numerosas producciones que habrían de llegar después. Aun así, debo confesar que a mi no me convenció. La trama original de los cómics tal vez resultara demasiado escueta para una cinta de esa duración, por lo que los guionistas se vieron obligados a inflar el metraje con el inevitable interés romántico del protagonista por su reina en una subtrama paralela y artificial que no aporta nada interesante. El exceso de abdominales “al aerosol” y la obsesión de retratar a los espartanos como a musculosos mazacotes descerebrados, lejos de los austeros y fibrosos guerreros de la novela gráfica que desfilaban cantando alegremente en pelota picada por los sitios tampoco ayudó demasiado. Aunque también es de justicia reconocer que la excelente iluminación, el tratamiento dado al color, y una fotografía que homenajea directamente a las viñetas más relevantes del cómic son apartados muy destacables y dignos de mención. Una buena alternativa de ocio en definitiva, aunque que resulta muchísimo más edificante si viene acompañada de la lectura de su correspondiente y maravillosa novela gráfica, creedme.
Lluís Ferrer Ferrer ®
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